lunes, 27 de septiembre de 2021

DETALLE: OLORES, SABORES Y RECUERDOS

"Es tiempo perdido el querer evocar, 

e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia" 

Marcel Proust

La Real Academia Española ofrece doce definiciones respecto al sentido del gusto, entre éstas, se puede distinguir como aquella sensibilidad o capacidad de percepción que involucra al paladar con la comida y la bebida, implicando en una misma experiencia a la boca, la nariz, el ojo, el tacto, el corazón, el cerebro, el estómago, es decir,una interconexión entre lo racional con lo irracional...

A partir de olores, sabores y recuerdos giramos en torno al sentido del gusto como un amplio escenario cargado de aspectos fisiológicos, fenomenológicos y artísticos con la memoria como potencia evocadora, teniendo presente que como facultad humana posee sus propias leyes...

El olor a café por la mañana, la colonia de mi maestra, las empanadas de la abuela, los creyones de cera, la tempera y la plastilina de la primera etapa escolar, la pintura fresca de la casa, el pasto húmedo o el petricor de las primeras lluvias del mes de mayo, el olor a navidad con los platillos típicos de la época decembrina, el abrazo de papá al llegar después de una jornada de trabajo, el beso de buenas noches de mamá –una mezcla de aliento, calorcito, jabón, crema para manos y aliños de cocina-, el saludo efusivo de mi mascota –una mixtura de alimento canino y musgo del jardín-, ese particular propio del libro viejo, usado y desgastado de mi cuento favorito; y así, más muchos más, tantos como experiencias durante nuestras vidas, en uno y mil momentos que invaden sin previo aviso nuestra memoria, trasladándonos en tiempo y espacio por breves pero impactantes momentos, tan efímeros como profundos. Estos son los instantes perfumados de aquellos recuerdos de un tiempo. 

Marcel Proust en su monumental novela "En busca del tiempo perdido" publicada en partes, por primera vez hacia 1.913, escrita originalmente en francés, traducida y reeditada a los idiomas conocidos, compone más de 3.000 páginas que hoy forman parte de la literatura universal, cargada con destellos de la propia vida del autor, éste relata lo que fue, lo que es y lo que quiere que sea la naturaleza humana, haciendo uso de la descripción para materializar emociones, impresiones y pensamientos de un lugar, unas cosas, unas personas que podemos ser cualquiera y ninguno...

Por boca del señor Swann, se nos expresa magistralmente a través del té con magdalena la experiencia de la memoria sensoperceptiva. El personaje narra con cierto desdén que luego de la insistencia de su madre, acepta tomar una infusión con un bollo en forma de concha marina -es un dulce semejante más no igual al cupcake o porquecito-, la magnífica representación del contexto que hace el autor deja en claro que la experiencia maravillosa-evocadora casi siempre no es voluntaria, sino un desconcierto del ser en medio del acontecimiento, que cambia de ánimo trastocando la rutina, en sus palabras: 

"¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades? " (Proust, 1913, p. 38) una vivencia que abstrae al individuo de su entorno, lo separa de su realidad física y lo envuelve en un aura fuera del tiempo.

El fenómeno Proust reseña, comprueba y demuestra que los recuerdos son experiencias vivas a la espera de una oportunidad para resurgir de las cenizas y consumir-nos en el esplendor de las emociones únicas de aquello. Esta sublimación por lo general es inesperada y abrumadora. Las remembranzas poseen olor, sabor, sonido, pero principalmente sentimientos y sensaciones que orientan al ser –involuntariamente- hacia una presencia disipada que pretende retenerse con nostalgia alegre y complaciente frustración...

Con la memoria como potencia esclarecedora de lo vivido, la evocación reclama su espacio entre el corazón y la mente, pensamientos y actos más allá del tiempo, un destello de lo eterno, un siempre presente.

Así para el Señor Swann, un mordisco de magdalena mojado en infusión, es más que un simple bocado. Pero ¿qué es la boca, qué le hace tan particular? Como parte natural del cuerpo, es la entrada del sistema digestivo, el paladar, la lengua, los dientes; emplear el gusto no es solo comer, masticar, tragar, en él hay una relación fisiológico-sensorial-afectiva que involucra al olfato con los olores, a la vista con la presentación de aquello, además del tacto al percibir la textura del bolo alimenticio girar en la caverna íntima bucal. Comer no es solo nutrir el cuerpo es también alimentar al alma, procurar elevar el acto al espíritu hace de la experiencia una verdadera vivencia de la memoria en su lucha frente al olvido.

"Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo"  (Proust, 1913, p 25)

Comer nos identifica, expresa parte de nuestra cultura, habla de quienes somos, nos hace transcender en el tiempo; así como la receta de la abuela, la hallaca de mi mamá, el olor a mango de temporada, el jugo de guayaba de la escuela, y más muchas más, son remembranzas de aquellos momentos que se resisten a ser olvidados, se amparan en nuestros afectos y pasiones...


Proust, Marcel. (1913) En Busca del tiempo perdido. Vol. 1. Editorial del Cargo, edición 2006.

Real Academia Española. (2019) Gusto. 




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