Tarde de lluvia, aire fresco, el agua huele, la humedad del ambiente refresca ¡Umm, ah! se siente agradable.
Con la lluvia se relaja la mente, y, el estado de ánimo se serena con el sonido de las gotas chapoteando en techos, calles y ventanas.
Cuando eres niño, todo te parece muy grande, me abismaba y atraía el cielo encapotado.
Ver aquellas nubes grises, oscuras y claras acercarse e iluminarse internamente por flashes de luz era y es para mí algo grandioso, un fenómeno sublime.
El día lluvioso es tan diferente a los otros días soleados, típicos del clima tropical en Venezuela. ¡Eso, lo distinto siempre me ha gustado!
Por aquellos días de mi niñez, estábamos reunidos en la ventana de la sala de nuestra casa, viendo aquel espectáculo: mi mamá de escasas 25 primaveras, mi hermanito de unos cinco años, yo con dos años más que él, veíamos y escuchábamos desde lo alto de aquel cielo grisáceo: los truenos ensordecedores de una tarde lluviosa en plena temporada.
- ¡Ajá, ya Dios está moviendo los muebles de la casa en el Cielo! -Dice mi mamá con una sonrisa contenida y los ojos muy abiertos-.
Mi hermano y yo nos miramos con extrañeza y reímos a carcajadas.
- ¡Entonces tienen que ser unos muebles muy grandes, porque suenan bastante! Dice ese niño, con tono escéptico.
La risa reinó por largo rato.
...Ahora, después, con el paso del tiempo, entiendo que mi mamá estaba combatiendo en nosotros el miedo a los truenos, al reír del sonido o el ruido de su choque, éste sorprende pero no asusta.
Mi mamá siempre ha sido muy creativa, y la mejor manera que encontró para combatir en nosotros el miedo fue desmitificándolo, hacerlo normal con un cuento, un chiste, algo que le robe su poder paralizador.
Hoy tarde lluviosa, de truenos, rayos y centellas: vuelve El Cielo a mover los muebles.
Gracias por leer-me
Reniz Concepción V.
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