Literalmente bienaventurados son los habitantes del Cielo, ¿pero qué pasa, cuando tenemos evidencias de que El Cielo es real?
Bienaventurado (a) "Que goza de Dios en el cielo. Afortunado, feliz. Dicho de una persona: Demasiado sencilla o cándida" RAE
Ser bienaventurado es gozar de la Suprema Felicidad que solo ofrece Dios y Su Divina Gracia. El estado de bienaventuranza, puede ser vivido desde esta vida, disponiendo nuestro corazón a disfrutar de hacer el bien. "Como en El Cielo aquí en la tierra" es la aventura de Dios, la montaña rusa de la experiencia de la vida, pero de La Mano de Quien todo lo puede.
Ser supremamente feliz, es confiar que Dios tiene el poder de cambiar a la gente, las cosas y las situaciones. Querer controlar-lo todo es pretender ser Dios y perder en el intento.
Vivir la bienaventuranza, es saber los propios límites, disponer el corazón hacia el Cielo y los pies bien puestos sobre la tierra, el bienaventurado no es un ingenuo comeflor, es un ser limitado que se hizo nada para que la Luz Divina cristalizara altravés de sus sentimientos, sueños, pensamientos y deseos en actos concretos.
Bienaventurado es el que vive el presente, haciendo la diferencia en las pequeñas cosas: Una sonrisa, un gracias, un abrazo, una actitud silenciosa cuando no hay nada bueno que expresar -por puntualizar algunos ejemplos-.
El bienaventurado se sabe bienaventurado, aunque no alardea de poseer el boleto de La Patria Celestial. Dormir con la conciencia tranquila, alegrarse del bien ajeno, necesitar ayudar al necesitado, poder amar en libertad y decirlo con naturalidad, sufrir la impotencia de no poder cambiar al corazón necio; aceptar, soportar y respetar las diferencias. Éstas son características propias de estar encaminado hacia la bienaventuranza.
Llegar a ser bienaventurado no es fruto del que sabe más, posee más, o ha aprendido más; es el que aunque no sepa dar palabras, es consciente de que jamás está en soledad, ni desamparo porque "En Dios somos, nos movemos y existimos" (Hechos 17, 28)
Por esto y mucho más José Gregorio Hernández es ejemplo de bienaventuranza, un ser sin-igual que vivió el Cielo en la tierra, rompiendo paradigmas, alcanzando las glorias terrenales, títulos, puestos, cargos, respetos y honores; y haciéndose nada dejándose en Manos de la Gracia Divina, por lo que hoy es coronado con el reconocimiento de la fe universal.
Bienaventurado José Gregorio Hernández, ruega por nosotros
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