miércoles, 13 de junio de 2018

El Cristo Universitario



      La Ciudad Universitaria de Caracas, sede principal de la Universidad Central de Venezuela fue diseñada por el Arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Construida por decreto presidencial entre los años de 1940 a 1950. Es una obra irrepetible, icono de la arquitectura moderna. Villanueva, trabajando de la mano con artistas reconocidos de talla nacional e internacional, llena las diferentes áreas con obras de gran formato, desarrollando así, una fusión armónica entre: arquitectura y arte en un espacio académico, denominado: Síntesis de las Artes Mayores.

"Todos los caminos llevan a Roma" -dice la sabiduría popular-  así, todos los senderos, pasillos cubiertos, rampas y jardines que conforman la Ciudad Universitaria de Caracas están armónicamente relacionados para el disfrute y la estadía de sus ciudadanos. Construida como la antigua Atenas: la Ciencia, la Cultura y el Deporte son las tres áreas que componen en campus. Un gran complejo urbano que fue galardonado por la UNESCO en el año 2000 como Patrimonio de la Humanidad. De esta forma, se busca e invita a preservar este espacio como un tesoro de Venezuela para el mundo, obra maestra del urbanismo moderno… y ejemplo sobresaliente de los ideales artísticos del Siglo XX.

Muchos secretos atesorados en la cotidianidad guarda este recinto, uno de ellos está ubicado en el interior de la capilla del Hospital Clínico Universitario, un espacio íntimo inicialmente destinado para ser capilla velatoria, ubicado en el extremo sur del Instituto Anatomopatológico, con entrada independiente, hoy es casa del Santísimo Sacramento, bajo la administración de la Iglesia Católica Diocesana. El proyecto original de la Capilla "Santa Bertilia" se ubica  en el área del Conjunto Médico. Fue erigida entre 1945 y 1952, e inaugurada el 12 de abril de 1954.

La Capilla "Santa Bertilia"  es la única edificación de uso religioso  diseñada por el Arq. Villanueva  para  el campus de la Ciudad Universitaria de Caracas, y constituye una síntesis excepcional  de  los elementos  de la modernidad utilizados por el maestro en lo relativo a  las formas, uso de materiales, manejo de las condiciones tropicales, e incorporación del arte. 

          Sobria, humilde y geométrica, de paredes blancas y techo abovedado; al entrar en este íntimo espacio, impacta gustosamente al espíritu y al los sentidos: la frescura, la luz natural que penetra por un lateral, el olor a espacio sagrado y  la monumentalidad de la obra del artista margariteño Francisco Narváez.


…un mural...de tema religioso... Con un concepto de escultor más que de pintor, el artista consigue una composición esquemática en la que prevalece la forma del Cristo crucificado y de los ángeles que le rodean…[1]

Una obra de tal calidad expresiva, con un lenguaje figurativo de gran vigor, es una escena paralela a la crucifixión -ésta es reflejada esquemáticamente, en la esquina inferior derecha-, dando protagonismo a la Glorificación del Dios-Vivo en el  centro de la obra,  es un joven Cristo de complexión robusta y rostro sereno, cercada su cabeza por una corona de espinas que emula una diadema humilde y sin brillo, es un Cristo al que apenas le brotan sutiles gotas de sangre, envuelto en un aura celestial –que con el paso del tiempo a perdido el vigor del amarillo para difuminarse con el blanco de muro-, una atmósfera que rompe con las leyes de la física, el manto que cubre su zona inferior se extiende de derecha a izquierda, y las figuras angélicas -sin alas-, de jóvenes de largos cabellos, contemplan al crucificado con igual serenidad, ninguna alcanza a tocar al Cuerpo de Cristo. Movimiento y quietud: Es como si durmiera, o ascendiera por su propio poder a un lugar más allá, estamos presenciando un misterio, la Gloria del Crucificado, la Majestad del Cristo Universitario.

El color es el elemento plástico-formal que domina y construye las formas, el color se hace luz y los blancos surgen como aprovechamiento del fondo del muro. Una pincelada gruesa y ágil vibra por toda la obra, la realidad es tan dinámica como maravillosa. 

           El signo de la cruz es apenas una referencia, gris, tan sólo la sugerencia de una sombra velada desde una perspectiva cenital, un marco se ofrece como ventana que se abre ante nuestros ojos expectantes,  la personificación visual del Hombre-Dios que marco tiempo –por Él nuestra historia se divide en dos-, que transforma la muerte en vida.

 …una versión en la cual el pintor elabora alrededor de la imagen principal un coro de figuras en movimiento, muy características de la imaginería del autor, dando lugar, además de la imagen dominante a una singular turbulencia celestial.[2]

La singularidad que lo envuelve, la potencia arrolladora de su presencia en el espacio en el que es representado,  lo identifica como El Cristo Universitario. Hacer  un ejercicio de interpretación patrimonial a partir del reconocimiento de las características contextuales y conceptuales del recurso, en la Capilla y su mural son un todo a valorar:  En la propuesta del arquitecto Carlos Raúl Villanueva,  junto a los postulado de la  arquitectura moderna, la simplificación de las formas, el uso de nuevos materiales como el concreto armado, y los valores de la tradición colonial, el respeto por la función del espacio y la incorporación de la naturaleza, un clima tropical y el aprovechamiento de la luz natural.

La Capilla "Santa Bertilia" y el Mural de Francisco Narváez, al que hemos bautizado El Cristo Universitario,  son una muestra más de que la Ciudad Universitaria de Caracas es un ejemplo extraordinario de arquitectura moderna, un tesoro de la  venezolanidad y un legado para la humanidad, un espacio artístico, arquitectónico, académico para el encuentro con la fe, de belleza, funcionalidad, integración: de valor excepcional,  que requiere de cuidado, atención y valoración sostenible y sustentable.


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[1] A. Granados, Guía. Obras de arte de la Ciudad Universitaria de Caracas , p. 59
[2] S. Hernández, En Busca de lo sublime, p. 163

miércoles, 23 de mayo de 2018

Nunca llegó

¿Será posible que tu ausencia
la sienta más que tu presencia?
...Duele...
El alma duele.



Pasé mala noche:
dormí a sorbos amargos
en mejunje de limón,
duele mi pecho atravesado.

Dolor que oprime (tormento, más de físico)
dolor punzante,
dolor que pesa:
tu no-presencia.

Sé, en mi fondo doloso
que no llegarás,
que siempre hay prioridades -ante mí en ti-
distracción es justificación.

Pero, igual duele,
me duelo de mí mismo
mendigar –agota-
¡unas gotas más de lo poco!

¡Ay, mi corazón reseco, resquebrajado, desértico!
Corazón de alma sedienta
sé, que no vendrás,
pues nunca te tuve.

Nunca estuve en ti
No estuviste – aquí-
No estarás -por ti-
Yo estoy (eso siento) – tú no estás (eso creo)

Cuando de amar se trata:
La reciprocidad
...es menester

Al Amor
            Que nunca
                              Llegó 


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sábado, 14 de abril de 2018

Silencio cómplice


Instantes que hablan por sí-mismos



¿Por qué me miras con ganas de hablar?
¿Por qué te ocultas bajo el velo del silencio?
Si en el fondo –ambos-,
sabemos  que queremos lo mismo.

Muéve-me hacia ti
el brillo trémulo en tus ojos,
la leve sonrisa que sugieren tus labios entre-abiertos.

Y, aprovecho tu saludo para asirme a ti.
Me sorprende –gratamente- tu forma de saludar:
Un beso silencioso en mi hombro,
cobijado bajo el más suave abrazo.
Y, me rindo ante el olor que arroja tu candor de flor recién abierta.

El latido de tu corazón junto al mío,
cuando cerca estoy de ti –juntos-,
es como una gran orquesta,
en el clímax de la opera prima de nuestro ser.

Silencio, silencio, silencio.
Quisiera que el tiempo no avanzara.
Cuando te tengo ante mí.
Cuando me dirijo a ti.
Cuando me respondes:
Con cariño y admiración de juventud.

Tormenta de emociones surcan los cielos de mis ideas.
Las aguas se agitan y me arrastran hacia ti.
Me mueven a escribir,
Y,  coquetear-te  en el silencio de la noche.

Escribir-te
No puedo dejar de vivir-te
en mi pensamiento.
Mientras hago anuncio público de mi juicio culpable.
De sentir-me atraído por tu inocente picardía.

Y, pensar que así es el amor: Humano y salvaje.
Y, pensar que permitir-me
Y, pensar que permitir-te
Y, pensar que permitir-nos
Y, pensar que permitir-lo
Es dar rienda suelta a un torbellino represado,
que nos conserva en la quietud de lo esperado.

¿Por qué me miras con ganas?
Ganas de ganar-te, si ya me ganas-te.
Si te gano, te pierdo.
Si te pierdo ¿qué será de mí?

Yacente, interrumpo mi descanso.
De un salto.
Me levanto en la madrugada,
con esto que me haces sentir.
Tomo mi agenda –la de mis labores- y,
apunto rápidamente con lápiz de grafito
con el deseo de corregir-lo.
Y, pedir al Cielo Su bendición
de que sea digno
potencialmente divino.

A ti mi cómplice del silencio
De mirada larga
Y manos entrecruzadas
¿Qué peligro es amar y ser correspondido?
¿Cuánto bien hace al alma saber-se querido?

Es  un reto
para quien atesora la quietud,
para quien la Llama del Amor quiere arder
cada vez más, más y más
que la luz de su entendimiento.

Creo, siento, padezco
El acto vivo de escribir-te
El hecho patente de escribir-me.
Estas líneas no son líneas,
son saetas punzantes de adentro hacia fuera.
Líneas que atraviesan mi ser.

Palabras que nos son –sólo palabras-.
Palabras, que juntas expresan el sueño que me robaste,
el corazón inquieto que se narra
para desahogo de sí
palabras que desnudan
palabras que son sentimientos
palabras que sangran
palabras de fuego.

Yo, ya no me oculto en el silencio
He soltado la mano,
a un arma poderosa.
Mi lápiz, escribe sentimiento.
Mi lápiz, esgrime centellas de aliento.

Lápiz, que es cómplice:
De tu piel clara
De tu risa fresca
De tu ingenuidad.

Lápiz que dibuja tu semblanza.
Lápiz que se agota
en los instantes que hablan por sí-mismos

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Corazón de madre